Es difícil proyectar las pérdidas que pueden ocasionar los desastres naturales. Sin ir más lejos, en Tucumán estamos observando los daños que está produciendo la corriente de “El Niño” que causado graves daños en localidades del sur de la provincia, con el paradigmático caso de La Madrid. Pero el clima ya está mostrando las señales de que nada será igual que ayer y que el tiempo de la prevención se está agotando.

¿Qué tienen en común los sectores de la energía, la salud, el transporte y la agricultura? Lo que tienen en común es que hay que prestarles mucha atención a todos, advierte un reporte del Banco Mundial (BM).

En ocasión de conmemorarse recientemente el Día Mundial de la Meteorología, el organismo multilateral ha puesto en evidencia que los pronósticos meteorológicos y climáticos más precisos representan grandes oportunidades para cualquier ciudad del planeta. “Las mejores previsiones de los riesgos meteorológicos e hidrológicos (o “hidrometeorológicos”) al proporcionar datos exactos y oportunos a los encargados de tomar decisiones y al público pueden salvar vidas y ahorrar dinero”, indica el documento publicado en su sitio web.

Según el BM, los riesgos hidrometeorológicos son responsables del 90% de las pérdidas totales causadas por los desastres naturales en todo el mundo. Entre 1970 y 2012, eso significó pérdidas económicas por U$S 2,4 billones (el equivalente a lo que poseen países como India, Rusia o Brasil) y 2 millones de muertos. Con pronósticos precisos del estado del tiempo y de las temperaturas, pueden tomarse los siguientes caminos:

• Las comunidades se pueden preparar para enfrentar las inundaciones y, por tanto, reducir los daños y las lesiones de personas y animales;

• Las autoridades de salud, en colaboración con los servicios de meteorología, pueden predecir cuándo las temperaturas y las precipitaciones extremas podrían provocar brotes de enfermedades transmitidas por vectores, entre ellas el zika y el paludismo, y usar este conocimiento para impulsar los esfuerzos de mitigación”, indica el BM como una de las patas de la solución.

• Los agricultores podrían cambiar sus cultivos para aumentar su productividad, y las previsiones de las inundaciones y sequías podrían ayudarles a proteger sus medios de subsistencia;

• Los países pueden tener información más precisa para adaptarse a un clima cambiante.

• El sector de energía puede anticipar los niveles de máxima demanda y, en consecuencia, ajustar la producción.

De hecho, en la década pasada, el Banco Mundial y el Fondo Mundial para la Reducción de los Desastres y la Recuperación (GFDRR) colaboraron con diversos asociados para crear conciencia acerca del sector hidrometeorológico y aumentar las inversiones en este ámbito. En la actualidad, el equipo hidrometeorológico del GFDRR y el BM se han asociado con importantes servicios nacionales de meteorología de todo el mundo, incluidos organismos de Austria, China, Finlandia, Japón, Suiza, Suecia, el Reino Unido y Estados Unidos, y colaboran estrechamente con la Organización Meteorológica Mundial (OMM).

“Se reconoce que es necesario mejorar la entrega de servicios hidrometeorológicos en los países vulnerables, y que los nuevos sistemas hidrológicos y meteorológicos pueden proporcionar beneficios y evitar las pérdidas de vidas humanas”, explicó el secretario general de la OMM, Petteri Taalas. “Así que, aunque todavía queda mucho más por hacer, la inversión en el sector ha aumentado de manera considerable”.

Lejos de centrarse únicamente en las nuevas tecnologías, con las mayores inversiones se apunta a responder a la necesidad de tener un sistema hidrometeorológico moderno y eso se hace mediante el fortalecimiento de la capacidad institucional. El Banco Mundial por sí solo ha invertido más de U$S 400 millones en proyectos hidrometeorológicos en los últimos 10 años, y ha trabajado para introducir un enfoque integrado de los proyectos de modernización de los servicios hidrológicos y meteorológicos, indica el reporte.

“Con la inversión en servicios hidrometeorológicos no se trata solo de modernizar las tecnologías para hacer pronósticos”, dijo el director superior del Departamento de Prácticas Mundiales de Desarrollo Social, Urbano y Rural, y Resiliencia del Grupo Banco Mundial, Ede Ijjasz-Vasquez. “Nuestro enfoque, a partir de las necesidades de los usuarios, promueve el diálogo entre los organismos nacionales de meteorología y los sectores a los cuales prestan servicios. El objetivo no es solamente renovar la infraestructura anticuada, sino también fortalecer la capacidad y, en última instancia, mejorar la prestación de servicios”.

Con cada dólar invertido existe el potencial de obtener rendimientos por un valor mínimo de tres dólares en servicios meteorológicos y relacionados con el clima, es decir se trata de una situación en que se benefician todas las partes. Ese financiamiento proviene de diversas fuentes, y los programas son cruciales dado que más de 100 países de todo el mundo necesitan con urgencia modernizar sus sistemas hidrológicos y meteorológicos, puntualiza el diagnóstico del organismo.

En la Puna

En la Argentina, 15 estaciones meteorológicas, dirigidas por investigadores de la Facultad de Agronomía de la UBA (Fauba), un observatorio especializado en degradación de tierras, el Ministerio de Ambiente de la Nación, el INTA y el Conicet, fueron instaladas en la puna jujeña ante el aumento de los fenómenos extremos y la falta de datos sobre el clima en esa región. Las estaciones funcionan en red y permiten conocer los niveles de precipitaciones en la región y, en consecuencia, la producción de pastizales o la degradación de los terrenos, informó la Fauba a través de su sitio Sobre la Tierra. Alejandro Maggi, investigador de esa facultad y miembro del Observatorio Nacional de la Degradación de Tierras y Desertificación aseguró que la idea es “sistematizar, recolectar y publicar los datos, y con ello poder anticiparnos a escenarios futuros, entendiendo cómo funcionan las variables del clima”. Maggi y un equipo de investigadores dirigen junto con organismos locales dos estaciones meteorológicas, una en el Valle de Santa María, Catamarca y otra en Laguna de los Pozuelos, Jujuy, que integran esa red que apunta a aumentar a 17 la cantidad de estaciones.